Como un Monumento al Artista de Curro González
por María Regina Pérez Castillo
Un autorretrato ciertamente divertido, irónico y burlesco. Así nos presenta su nueva obra Curro
González cuyo título “Como un Monumento al Artista” retrata perfectamente la esencia de su obra.
El protagonista de la obra de Curro es el artista, es decir, él mismo. Un hombre apasionado por las
ciencias, las artes, los juegos de palabras y la música. Además un hombre contemporáneo, ecléctico
y entendido de todo.
La imagen que Curro nos muestra del actual artista nos puede trasladar al Renacimiento italiano.
Aquellos hombres intrépidos que movidos por el humanismo intentaban abarcar todo el
conocimiento posible. Un ejemplo de esto son las descripciones que encontramos de Leonardo Da
Vinci que responden a lo que los griegos llamaron πολυμαθής , un polímata. A la vez artista,
científico, ingeniero, inventor, anatomista, escultor, arquitecto, urbanista, botánico, músico, poeta,
filósofo, escritor,...
Este tipo de hombre no ha sido anhelado únicamente en la etapa moderna, ha viajado a lo largo del
tiempo y ha llegado a nuestros días invadiendo la literatura. “El Médico” de Noah Gordon, uno de
los best-seller más vendidos en el último año, retrata la figura del cirujano barbero. Un hombre que
para ganarse la vida en pleno siglo XVI iba de pueblo en pueblo ejerciendo de mago, médico,
cirujano y farmacéutico.
Salvando las diferencias, la obra de Curro hace alusión a ese tipo polifacético.
Este retrato se ha tratado con mucha solemnidad a lo largo de la historia. ¿Cómo consigue Curro la
ironía, la burla? Cargando físicamente al artista de objetos. Tantos objetos utiliza, que la figura
humana queda relegada a un segundo plano, a una mera percha.
Es este un señor anónimo y con un nombre a la vez. Anónimo porque ni importan su nombre, ni su
procedencia ni su condición. Con nombre porque queda definido por esos objetos que ya hablan por
él , ¿qué dicen estos objetos de ese hombre? Este es el artista actual.
Dentro de esta ironía de la que hablamos existen dos elementos que llaman la atención: el podio y el
excremento pisado por el artista.
El podio sitúa al artista en un puesto privilegiado, es el vencedor. Su obra ha llegado al público, lo
cual le ha tenido bastante preocupado durante algún tiempo. Si la obra gusta será entronizado por
los medios de comunicación y los críticos de arte, de lo contrario será totalmente estigmatizado. El
podio representa esa continua carrera, esa continua lucha del artista contra los demás y cuya victoria
puede situarlo en el mejor de los puestos.
Por otra parte el excremento pisado por el artista es esa suerte que siempre tiene que estar del lado
de él. Su éxito no sólo depende de las horas de trabajo dedicadas sino también del estado emocional
de la sociedad.
Avanzamos en la obra de Curro. “ El Castor” y “La Broma infinita” ya sitúan al artista en su espacio
de trabajo, el taller.
Un castor con cara de artista, paleta de pintura y pincel. Esta escena puede recordarnos a las fábulas
de Esopo reescritas por el poeta romano Fedro. Nuestros padres han recurrido a esa tortuga
persistente, al conejo presumido o a la zorra inteligente. Animales con personalidad humana que
dejaban entrever una moraleja. Así es el Castor de Curro: un animal de taller, rey de su propio
mundo, acumulador de objetos por si algún día hacen falta.
Propongo una imagen paralela y divertida. Podemos recordar la manera en la que el castor apila
trocitos de madera para crear su madriguera. Igualmente lo hace el artista, guardando trocitos de
una vida, de una civilización y conformando de esa forma su hogar que es su estudio.
“ La Broma Infinita” es ese taller donde el artista se siente refugiado del mundo exterior. Los
objetos cobran vida en su taller, primero actuando por sí mismos y luego actuando bajo la batuta del
castor artista. Entonces entra en escena la plastilina azul. Su miedo a perder todo ese mundo se ve
reflejado en la inundación a causa de una ducha abierta, el pobre animal de taller se queda sin nada.
El agua lo arrastra todo llevándonos a un espacio nuevo, casi desértico que posteriormente se torna
en noche estrellada.
Aunque finalmente perdemos de vista ese taller tan divertido a causa de la inundación el final de la
obra no deja mal sabor de boca al espectador. Por un momento todo se pierde pero realmente no
parece que se haya esfumado sino que se ha convertido en un mundo nuevo, como una especie de
reencarnación.
También me gustaría destacar la importancia de la música que sin duda alguna anima mucho más a
esas pequeñas figuras de plastilina. A nuestra mente llega el sonido de los sirtaki griegos, incluso en
la aceleración del ritmo. El artista comienza a pensar, a cavilar lentamente sobre su producción y de
repente surge la idea, entonces todo se acelera, el ritmo de trabajo es más rápido. Al final todo lo
estropea la marea azul pero por un momento parecía que iba a terminar estallando por el ritmo
frenético de la música.
“ Como un monumento al artista” es una obra imprescindible, original y sin duda alguna un espejo
en el que puede mirarse el artista del siglo XXI.
Nosotros no vamos a pedirle a Curro que sea un polímata pero si le pedimos que siga
sorprendiéndonos con sus visiones de la realidad, con su manera de hacer y con su simpatía al
crear.
Sábado, 6 de Noviembre de 2010
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