miércoles, 16 de marzo de 2011

El Patio de mi casa, sin otro particular

“El Patio de mi casa, sin otro particular” de Wenceslao Robles

Galería Nuevo Arte (Sevilla), desde el 4 de marzo al 5 de abril de 2011
                                                                                  por María Regina Pérez Castillo




















Wenceslao ha hablado por todos, al menos por
todos los andaluces que se han criado en una
melancólica casa de pueblo con muebles reutilizados
de los años sesenta. Ha escogido los objetos exactos,
esos que han pasado desapercibidos ante nuestros
ojos hasta que cumplimos los 18 años y nos
marchamos de allí. La poética perfecta para hablar
del subconsciente colectivo, el de las personas que se
criaron en pueblos perennes que distaban a una hora
de la ciudad ( mucho más moderna, compleja y con
menos encanto). El artista ha apelado a los recuerdos
e imágenes de nuestra infancia mediante “un algo”
muy arraigado en el Sur: el patio de mi casa.
¿Por qué el macetero, las tuberías y el grifo? Objetos cotidianos que nunca llaman nuestra atención,
nunca molestan, con poco sentido estético y mucha funcionalidad. Normalmente no nos remiten a su artesano o fabricante, inmóviles en los patios de antaño.
Me podrían rebatir ustedes que el macetero andaluz tiene “mucho arte”. Larga y famosa es la
trayectoria de los alfares sevillanos, aún así no pueden negar que el más bello macetero queda
eclipsado por el jazmín cuando empieza a florecer. De repente la artesanía queda en un segundo
plano para dar color a la vida de “la Antonia”, “la Felisa” o Doña Mercedes ( que en su día fue la
profesora del pueblo).
En las manos de Wenceslao estos objetos han pasado de ser invisibles a ser símbolos de nuestra
cultura, de nuestras experiencias y por supuesto, nuestros recuerdos. La obra está compuesta por
una serie de maceteros fabricados por el artista ( no reutilizados) de los que emanan estructuras de
tuberías y grifos. Anclada en el pesado macetero, la tubería nace como si de un tallo vegetal se
tratase. A veces aparece un pequeño elemento de cristal, un alambre,... sin mayor importancia. Esta
es, sin duda alguna, la historia de nuestros pueblos. El resurgimiento industrial que Andalucía ha
experimentado en los últimos cincuenta años ha sembrado nuestros paisajes de chimeneas,
depósitos y grúas. Admirando ese horizonte han crecido algunas generaciones, de los sesenta a los
noventa principalmente. Así es como la industria ha florecido para nosotros, de forma casi natural y
espontánea. Recordemos los grabados de Wenceslao, esos paisajes industrializados, los perfectos
dibujos de maquinarias pesadas,... todo esto no es más que la evocación de algo ya vivido, de algo
que creció junto a él, junto a nosotros.
Como vemos la obra está empapada de una poética muy eficaz, invitándonos a rememorar ( como
ya lo hizo el artista en su día) parte de nuestras vidas.
Por otra parte, esas producciones escultóricas están acompañadas por unos dibujos que hablan de la
capacidad técnica y la maestría con el lápiz de se creador. Esta es la teoría de toda práctica. Lo que
para nosotros ha nacido y se ha desarrollado con naturalidad esconde detrás un proyecto
perfectamente delimitado y cavilado. Hablamos del dibujo como un componente fundamental, un
elemento que transmite seriedad al divertido objeto que se nos muestra. Si en algún momento les
parecen banales o vulgares los objetos utilizados, atiendan al dibujo que les informará de la
trascendencia del asunto. Señores/as, lo que aquí se nos presenta es el relato privado de una casa, la
intimidad de un patio donde ha quedado parte de nuestra vida, poco importa si la calle se llamaba
Torrepanes o San Nicolás porque el hilo conductor es el mismo, dos objetos intrascendentes que nos
hacen reconstruir con una facilidad pasmosa un lugar, un momento y una experiencia. Parece que el
macetero y el grifo ya no son pura insulsez.
Las sombras pintadas y las sombras proyectadas parecen una antítesis. En algunos casos el artista ha
dibujado la sombra que emanaría del objeto (una arriesgada apuesta por parte de la Galería, todo sea
dicho). En otros casos se deja que la luz libremente actúe y produzca la sombra, una sombra muy
real.
Parece que estuviéramos ante dos realidades muy distintas, dos mundos o dos momentos. De lo que
no cabe duda es que la sombra pintada es una marca permanente, no cambia aunque la luz lo haga.
La sombra real va alterando su morfología a lo largo del día. El momento instantáneo, fugaz y leve
frente al momento permanente, lo eterno. Ciertamente el recuerdo de estos patios se construye de
dos formas, con las imágenes que cambian en nuestra mente pasados unos diez años y con la
esencia que se mantiene.
El Arte Contemporáneo echa la vista atrás para componer un discurso basado, quizá, en la identidad
de un pueblo, el andaluz. Lo hace sin caer en la fanfarronería, los tópicos o el kitsch. Hoy día sigue
siendo difícil hablar de Andalucía sin caer en la manida muñequita flamenca. En momentos
excepcionales se consigue. Wenceslao lo ha hecho, ¿cómo?, apelando a las vivencias de las
personas que componen ese pueblo, trayendo a la cabeza del espectador recuerdos de niñez, a veces
dura y a veces cutre como lo son las tuberías que escalan las paredes de los patios de nuestros
padres, recordándonos de donde venimos, acercándonos a nuestros abuelos y a esos primos que aún
viven en el pueblo. El artista ha creado un lenguaje y una sintaxis que no cae en lo burdo.
Elegante, evocador, emotivo y cercano es el patio de Wenceslao Robles.


SEVILLA
Jueves, 17 de Marzo de 2011

lunes, 14 de marzo de 2011

La Luz Teñida de Paz Pérez Ramos

La Luz Teñida, la Luz Vivida
por María Regina Pérez Castillo
La Luz Teñida”, Paz Pérez Ramos.
Galería Birimbau ( Sevilla, del 22 de Febrero al 20 de Marzo de 2011)



Vivida porque se trata de la propia experiencia de Paz. Las terrazas que se veían desde su ventana resplandecían por el blanco de la cal y el rojo proyectado, de esta forma ella sabía que el suelo de la terraza de enfrente era rojo. Su obra no queda lejos de esta simpática experiencia que inspiró algunas de sus piezas.
Partimos y parte (ella) de una máxima: el color blanco refleja todos los colores, el color negro los absorbe. Así, la artista se agencia un soporte de cartón pluma inmaculado, preparado para que sobre él se posen ( como insectos) pequeñas piezas de cartulina coloreada. Lo que era blanco en un origen se contamina de todos esos reflejos, una paleta cromática de falsos colores ( porque realmente son proyecciones de lo real). Luego repite y experimenta con el rojo, el azul e incluso el negro como telón de fondo. Pero la obra no muere en los reflejos del papel coloreado, tiene más vida, mucha más...
La obra toma diversos caminos, caminos a los que el espectador accederá o no. Todo depende de la pericia de éste:
Primero, los reflejos nos hacen reflexionar sobre la realidad del color, ¿cual es el color real, cual el proyectado, cual el matizado? Y como le ocurría a Paz con el color de las terrazas, a todos nos han dicho alguna vez que el mar es azul porque el cielo se refleja en él, o al revés. Realmente no tiene que ver tanto con el color de una cosa u otra sino más bien con el hidrógeno del ambiente, tema aparte. La idea básica aquí es la luz como transmisora del color, llegando a recrear en nuestra imaginación perfectamente ese movimiento de fotones de un lado a otro, como si de un “licuado de la luz” se tratase.
En segundo lugar e inevitablemente tenemos que hablar de esas “piezas insecto”que reposan suavemente sobre el fondo coloreado o no coloreado. La tridimensionalidad de estas pequeñas empuja al espectador a pasear una y otra vez delante de la obra, buscando distintos ángulos que transformarán por completo el paisaje. El punto de vista cambia la obra, la modifica, quizá nos recuerde a la porducción de Yaacov Agam.
¿Es esto arte óptico? Existe una relación evidente con el arte óptico, pero aquí no hay una bidimensionalidad que aspira a ser tridimensional, porque ya lo es. Por otra parte, el carácter tridimensional de la obra nos evita el molesto mareo de las obras de Vasarely.
Parece que Paz siempre ha estado muy preocupada por el individuo como conformador de una sociedad. La fórmula mágica aquí depende del signo “+”, es el signo que aúna todo, la adición que solidifica a una entidad comunitaria. Cada pequeña pieza de cartulina es elemental, diferente, invisible y común. A 1 cm del espectador es elemental y diferente, a 1 metro de éste es invisible y común.
Podemos imaginarnos a nosotros mismo con una personalidad distinta a la de los demás, sabemos que somos alegres como nadie o cocinamos de una forma especial ( tenemos una consciencia individual), paralelamente pensamos en toda la gente que vive en nuestro vecindario o sabemos que cumplimos las normas sociales que el resto de personas cumplen, se contrapondrá en nuestra mente la imagen del “yo” y del “nosotros”. Ella puso un ejemplo más poético: el árbol y el bosque.
Este aspecto se presentaba abiertamente en su anterior trabajo “ Elemento Repetido”, y llega hasta “La Luz Teñida” con un carácter bien diferente porque mientras en el primero hay un individuo que con el conjunto marca una forma orgánica, en el segundo no hay naturaleza sino geometría, y en cualquier caso, existiría una naturaleza celular, como la multiplicación de éstas componiendo tejidos. El paso de lo orgánico a lo geométrico es el fundamento evolutivo de la obra de Paz Pérez. En un principio veíamos la textura de la celulosa, ahora vemos líneas rectas en las que lo interior no se revela. Ha nacido un nuevo lenguaje engendrado por una nueva técnica, la tijera.
En el pasado, las manos de Paz habían desgajado y deshecho los pequeños trozos de cartulina que inertes mostraban su naturaleza originaría: albura, corteza y raíces. Con el tiempo se han hecho más vergonzosos y su artista más frágil. Ésta abandonó el doloroso movimiento de muñeca por el corte seco de la tijeras.
La nueva herramienta cambiaba por completo la sintaxis de su obra, aunque el trasfondo, sus verdaderas preocupaciones seguían plasmadas en la luz y el individuo colectivizado.
La libertad interpretativa que el espectador asume frente a las obras es tremenda. Las posibilidades son infinitas, nada está escrito, nada está definido,... Sugerente y abierta, con la luz como hilo conductor y la experiencia de toda una vida que nos regala su creadora. Así es la Luz Teñida, una propuesta valiente que no experimenta tanto con lo simbólico como con lo visual. El contenido, la historia o mensaje queda en un segundo plano cuando la mirada se pierde y queda atrapada entre los espejismos de color.



Viernes, 11 de Marzo de 2011

jueves, 10 de marzo de 2011

La Luz Teñida de Paz Pérez Ramos

El Lunes vuelvo a las andadas, ya se está cocinando el próximo artículo, versará sobre la obra de Paz Pérez Ramos: La Luz Teñida, en la Galería Birimbau ( Sevilla), desde el 22 de Febrero de 2011 al 20 de Marzo de 2011. Acercaros y disfrutad de los efectos de la luz. ¡El Lunes estará listo el plato!