miércoles, 27 de abril de 2011

Teresa Duclós en Rafael Ortiz

                                                          "Paseos por la Laguna”, Teresa Duclós
                                            En la Galería Rafael Ortiz del 27 de Abril al 10 de Junio de 2011

                                                                                                      por María Regina Pérez Castillo



                                        “Me fui a los bosques porque quería vivir sin prisa.
                                         Quería vivir intensamente y sorberle todo su jugo a la vida.
                                         Abandonar todo lo que no era la vida, para no descubrir,
                                         en el momento de mi muerte, que no había vivido.”

                                         
                                       Henry David Thoreau, Walden, o la vida en los bosques.

Estuvo en los bosques, en frondosos espacios donde perderse cuando uno quiere que nadie lo
encuentre, entonces pintó no solo lo que veía sino lo que sentía cuando veía.
Los espesos paisajes de Teresa Duclós parecen haber sido olvidados por el hombre y el animal,
todavía queda el rastro de la senda que un día trazó alguien, pero ahora solo hay silencio.
Duclós trata la mudez del paisaje de forma singular y diferente, en éstos existe una atmósfera llena de oxígeno, por lo que no se halla la ingravidez de Chirico; son espacios abiertos al cielo o con claros de luz y
sombras, alejándose de los siniestros paisajes de Daniel Gustav Cramer. La cita de Thoreau quizá los defina adecuadamente: espacios que protegen al hombre de todas las banalidades sociales, el punto de partida al que volver cuando la ciencia y la tecnología nos ha cegado demasiado. El boscaje que ampara al
humano. La idea de refugio es favorecida por el espacio envolvente, con líneas de horizonte muy bajas que hacen que el público se sitúe en medio del verdor. De esta forma podemos experimentar el sosiego y la calma de quien estuvo allí. Además, la ubicación de obras similares una junto a otra, donde el pigmento verde es protagonista y se reitera constantemente, acentúa la idea del abrazo. Podríamos decir que en el centro del salón principal de la galería, uno puede mirar a su alrededor e imaginar que aquello es un panorámica de trescientos sesenta grados.
No podemos hablar de un color reinante sino de una tonalidad imperante, ya que la paleta de verdes
se despliega extensamente ante nuestro ojos. Quizá sea más fácil percibirlo si observamos los
espacios de luz y de sombras en los que encontramos diferentes coloraciones. Esta característica se
advierte mejor en las grandes manchas que integradas en la espesura configuran uno de los rasgos
más característicos e interesantes de la exposición. La abstracción está presente en esta producción
de forma evidente. La experiencia que la artista padeció queda plasmada de forma casi inconsciente
en la gama de verdes que utiliza para el follaje de los árboles. Se configuran de esta forma
verdaderas manchas que en un principio representarían el conjunto de las hojas para posteriormente
ser la huella de una vivencia. Hablamos de huella porque hay gesto, personalidad en la pincelada.
De manera que encontramos obras en las que la mitad inferior son senderos y troncos (más o
menos definidos) y la mitad superior es una gran masa verde donde Duclós ha contado una historia.
No es una atmósfera totalmente definida pero el espectador tiene la seguridad de que algo está
escrito, que existe una intención y una necesidad comunicativa fuerte. Las composiciones
paisajistas sitúan al espectador en el centro de una vereda, de un claro en el bosque o frente a un
árbol solitario. La invitación de Teresa Duclós nos aproxima a aquellos lugares donde la afonía de la
civilización es madre y fortuna del hombre.

Cercanías , Rogelio López Cuenca ( Centro de Arte Contemporáneo de Sevilla)

                                                   CERCANÍAS. Rogelio López Cuenca
                         Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, del 3 de Marzo al 15 de Mayo de 2011

                                                                                                                Por María Regina Pérez Castillo

“Con respecto a la auténtica cultura y a la hombría de bien, somos aún esencialmente provincianos
porque no adoramos la verdad sino el reflejo de la verdad; porque estamos pervertidos y limitados
por una devoción exclusiva al negocio y al comercio y a las fábricas y a la agricultura y cosas
semejantes, que son sólo medios y no fines”.

Henry David Thoreau, Desobediencia Civil y otros escritos.





Esto quiere y debe ser una crítica sobre una crítica. Una a través de otra, la que establece contundentemente Rogelio López Cuenca con “Cercanías”.
Cercanías, supongo, por la proximidad de los problemas que emanan de una cultura mal vendida; supongo también, por el falso acercamiento de Occidente a Oriente o por la España de Pandereta y Charanga.
El fundamento de la obra es la venta, el negocio y la especulación que en el último siglo se ha establecido en
torno a la cultura. Ésta como producto, un mero objeto que puede comprarse y venderse cómodamente; y por supuesto, todos los problemas que emanan de ello: inmigración,
corrupción política,… Una forma expositiva directa, impactante y atractiva consigue mantener al espectador
“atado” a la sala, avergonzando tanto al autóctono como al foráneo.
La descomunal sed de beneficio, lucro y ganancia ha encontrado alimento y asilo en la creación de una serie de imágenes facilonas, engendradas en la propia cultura de una comunidad. Estas se reiteran una y otra
vez, se exportan, de forma asequible permanecen en nuestras calles y televisores. Forman parte de
nuestro día a día y lo peor: se exhiben como cohesión social, la identidad de conjunto. Finalmente
esas representaciones se convierten en bandera y estandarte. Los ejemplos que utiliza Rogelio se
alejan de la remanida gitanilla de plástico y el torito sobre el tapete de la abuela. Destacan dos hitos
de la Andalucía Contemporánea: la creación del Museo Picasso en Málaga y la Alhambra.
El primer caso es muestra evidente del negocio que puede generar una institución, la museística. En
Málaga se ha exprimido literalmente la figura de Picasso, un artista que pasó gran parte de su vida
fuera de Málaga (aunque nació en ella). Tiendas de souvenirs, restaurantes y papelerías desechan
sus antiguos rótulos para renombrar con orgullo su comercio. La absurdidad se expande de forma
indómita y es precisamente esto lo que provoca en el espectador el sonrojo, ya que al fin y al cabo
todos hemos sido testigos de un hecho semejante al de Málaga.
La tienda de souvenirs se abalanza ante nosotros como si quisiera golpearnos. Desde que hace unos
años la Alhambra de Granada fue propuesta como séptima maravilla del mundo se intensificó aún
más el carácter Kistch de los pequeños objetos que se vendían a los turistas. En los pequeños
comercios granadinos se mezclaban impunemente lo muslime con lo calé, como si ambos hubieran
convivido en algún momento.
El discurso de la obra que se ha planteado en la sala nos conduce inteligentemente de una tienda de
souvenir arabe-cristiana a la inundación producida por el mundo occidental sobre Oriente.
Otro tema protagonista, el choque cultural que vive Oriente hoy día. La ruidosa invasión que está
llevando a cabo Occidente sobre los pueblos orientales parece enloquecer a una sociedad que
intenta mantenerse firme en sus convicciones religiosas y costumbres. Los habitantes islámicos
asimilan como pueden las píldoras que vienen de Europa y EEUU, la colisión está servida y el
producto puede resultarnos ridículo.
La misma problemática que se expone aquí la plantearon en su día el Equipo Crónica y Eduardo
Arroyo. Mediante el collage, estos artistas componían una divertida imagen en la que se mezclaba
el pasado histórico español ( tan importante para los libros de historia y el régimen Franquista) con
elementos insólitos, infantiles y vanguardistas. En estos momentos ( los años 60) ya se estaba
planteando una reacción lógica frente a la exaltación de ciertos hitos históricos españoles. Esto no
es más que el germen o antecedente directo de la denuncia de Rogelio. Entre “los nietos” de este
movimiento que ya nació en los años 60 no solo encontramos a Rogelio López, también debemos
citar la obra de Valeriano López, titulada “ Granada de Mano”. Siguiendo la misma línea que
Rogelio, Valeriano critica severamente a la recalcitrante sociedad granadina que supone un riesgo
para la evolución natural de la ciudad. Así la granada frutal ( símbolo de la ciudad) se convierte en
una granada de guerra.
No podemos obviar el protagonismo de Andalucía en todo este embrollo. Jesús Rubio Lapaz realiza
un interesante estudio sobre la problemática que vive Andalucía en la actualidad. Según Lapaz la
debilidad de la Andalucía moderna hace complicado deshacerse de los tópicos y tradiciones que
durante años se le han adscrito. El autor añade: “La institución no es capaz de romper con la
tradición y los tópicos, y apoyar claramente la incursión en un contexto más vanguardista”.
Una visita obligada para los de aquí y los de allí. López Cuenca propone una reflexión sobre la
situación de la cultura en la actualidad y sus consumidores… que somos nosotros. Quizá se vean
ustedes reflejados en el espejo del consumo.

Sevilla, 8 de Abril de 2011

martes, 26 de abril de 2011

Teixidor en el Instituto de América. Santa Fe ( Granada)

                                                   RITOS DE PASO, Jordi Teixidor

                   Del 24 de Marzo al 29 de Mayo de 2011. Instituto de América de Santa Fe (Granada)
                                                                                                        por María Regina Pérez Castillo



Los ritos de paso de Teixidor se erigen majestuosamente ante el espectador mediante accesos
oscuros e incógnitas: ¿qué hay detrás de la opacidad?
Aunque el lenguaje utilizado es herencia directa del Expresionismo Abstracto Norteamericano, la
solemnidad que consigue el artista en casi todos sus lienzos es su rasgo característico.
Teixidor recogió en 1973 de Rothko, Barnet Newman y Reinhart un idioma: la división en bandas
pictóricas, los tratamientos monocromos y a veces, el gestualismo. Dentro de la obra expuesta
podemos intuir tres periodos distintos: el primero vinculado directamente con el Expresionismo
Abstracto Norteamericano, el segundo relacionado con el Informalismo matérico y el último
mantiene una relación más directa con el Informalismo en España ( Tapies y el Paso).
Una constante en su obra es la idea de umbral a través de puertas o ventanas. Ambas permiten ir
más allá, ver que hay al otro lado o incluso acceder a otro mundo, tal y como lo hizo Friedrich en sus Ventanas de Estudio que lanzaban al espectador por el vano del ventanal hacia un paisaje marítimo. Esto no es más que una invitación al cambio, una proposición de difícil resolución ya que el espectador se debate
entre la atracción y el miedo a lo desconocido. Como en el caso de todos los expresionistas abstractos, Teixidor busca los símbolos universales y el inconsciente colectivo descrito por Carl Jung. La puerta como elemento de acceso es un concepto absoluto y genérico. Mientras Mark Rohtko presentaba sus Puertas
al Abismo, paisajes que conectaban directamente con la inmensidad de su propio inconsciente,
Teixidor tal vez plantea más una reflexión sobre el posible paso adelante del que mira.
En sus obras más antiguas, los armazones horizontales y verticales se convierten en el primer plano,
una insinuación de perspectiva donde los huecos recrear una panorámica que se aleja de quien se
asoma a esa ventana imaginaria.
En sus creaciones más recientes abandona la pura verticalidad y la horizontalidad para recrear
estructuras flotantes que buscan una fórmula simple de equilibrio entre izquierda y derecha. Todavía
sigue utilizando inquietantes líneas verticales al margen izquierdo ( restos de sus ventanas
originales) que se pueden llegar a confundir con el propio marco de la puerta, quizá restos de su
primera etapa. Se busca el contrapeso, la extraña armonía. El artista respira de Europa, de Tapies y
del Grupo el Paso, buscando formas que se muevan en el espacio, que se debatan entre sí. El
protagonismo del negro ha dado paso a lo excepcional. Como si se intuyera un paso del
Expresionismo al “ Impresionismo Abstracto”.
Mientras en España, durante la dictadura, algunos artistas detienen su proceso de evolución e
incluso involucionan, dos biografías similares como las de José Guerrero y Teixidor nos ofrecen una
producción puntera ( gracias al desarrollo de su carrera artística en Nueva York), aunque tal vez en
el caso de José Guerrero la configuración de un lenguaje propio haya obtenido un resultado menos
formal y más auténtico que la de Teixidor. Por dar alguna referencia en cuanto a parecido temático:
La Raja de Víznar de Guerrero y Las Cruces de Santa Fe, inspiradas en la planta de la ciudad que
al artista le aparece como signo de ciudad moderna.

jueves, 14 de abril de 2011

Diazdel en Galería Nuevo Arte ( Calle San Vicente, Sevilla)

                                           “CUÁNTICOS” de  Diazdel                                                     
                          En la Galería Nuevo Arte del 8 de Abril al 25 de Mayo de 2011
                                                                                                 por María Regina Pérez Castillo





Aunque Friedrich Nietzsche se empeñó en hacer desaparecer a todos los ídolos en 1888, se le escaparon algunos. Los que consiguieron escapar de la pluma del filósofo han llegado a nuestros días con la morfología propia de la madera, el clavo, la pintura y el papel pintado. “Cuánticos” de Diazdel se presenta ante el público con una fuerza totémica y simbólica desbordante. Tanto en las pequeñas esculturas orientales como en las pinturas sobre papel de pared encontramos un fuerte carácter ancestral, la rememoración inconsciente de una estirpe, los símbolos protectores que cuidan de ésta o lo atávico.
Parece que el artista haya estado buscando el primitivismo común a
toda la humanidad, ¿cómo?creando unas figuras humanas sin peso
(de papel), ambiguas, casi fantasmagóricas, dotadas de una
imaginaria forma mortal y con suerte unos ojos, una nariz y una
boca. Rostros que nos pueden recordar al Senecio de Paul Klee,
quizá también porque Klee ansiaba los orígenes.
Los protagonistas en cuestión son el hombre y la mujer en sus
respectivos roles tradicionales: la actriz secundaria, el novio, los
niños atentos,... Retratados en “momentos fotográficos”, es decir,
espacios de tiempo y acciones dignas de ser recordadas. Por esta
razón el espectador se mueve entre las obras de Diazdel como se podría mover entre los retratos de
sus antepasados.
Por otra parte, el artista configura una serie de obras que siguiendo el hilo anterior intensifican el
aspecto de protección de la prole.
En primer lugar encontramos a los pequeños ídolos, perfectamente reconocibles aunque caminen
entre la figuración y la abstracción matérica. La madera y la pintura configuran la idea antes que la
forma: el guerrero oriental que resguarda al abuelo y al niño.
En segundo lugar, lo animal vinculado a la tela. La idea no nos puede extrañar ya que en la
actualidad encontramos numerosas banderas donde lo textil y lo animal se han aliado. En este caso
la imagen animal supone la representación simbólica del espíritu de una comunidad humana.
Existen numerosos ejemplos: el Águila Calva de los Estados Unidos, el Dragón con joyas en sus
garras de Bután,...
Por último, destacar el uso de colores vigorosos y enérgicos que
refuerzan la idea del regreso al origen, a la naturaleza. También
tonalidades muy utilizadas por los actuales pueblos indígenas que
han creado un verdadero panteón de pigmentos asociado a distintos
hitos de la existencia humana.
Técnicamente destaca el uso del papel de pared, nace debajo de la
pintura para ser encontrado detrás de los raspones de pigmento. En
este ámbito podemos recordar “la arqueología de la ciudad” de la
que hablaba Tapies, ese rico mundo geológico donde las huellas de
las gentes que han vivido permanecen sepultadas. Algo nuevo se ha
pintado sobre ellas y ha tapado lo anterior. De nuevo la idea del
pasado que permanece oculto y que se puede rastrear, como ocurre
también en Excavation de Wilen de Kooning.
Por todas estas razones hay una especie de reflejo que reconocemos en la obra de Diazdel. Es
nuestro reflejo, el de nuestras experiencias y el de los ideogramas que hemos creado ( y que también
nos han sido dados). Para nosotros es una reliquia familiar o una imagen en papel fotográfico, para
Diazdel es pintura y materia.


                                                                                                             Sevilla, 14 de Abril de 2011

sábado, 2 de abril de 2011

Ignacio Tovar en la galería Rafael Ortiz

                                                “Bajabas descalza a abrirme”, Ignacio Tovar
                                       Del 2 de Marzo al 20 de Abril de 2010. Galería Rafael Ortiz.
                                                                                                             por María Regina Pérez Castillo


         “ No te acuerdas de cuando, entonces, bajabas descalza a abrirme. Ahora ya no me conoces”

Un título prestado de una soleá, una pintura que se yuxtapone al dibujo y ondas de agua. Estos son
los tres elementos que dan forma a la nueva obra de Ignacio Tovar: “Bajabas descalza a abrirme”.
El título de la colección realmente es un
pequeño empréstito que Ignacio Tovar ha
tomado de una soleá interpretada por Fernanda
de Utrera. La única relación que existe entre su
pintura y el título es el trabajo, el momento de la
creación. Tovar, como hacen muchos artistas,
escucha música mientras crea. Podríamos
definir este acto como pura sinestesia , la
música te lleva al pigmento o al revés. Un
estimulante para crear. Decidió pues, que el
mejor título para su obra sería la letra de una
soleá que escuchaba mientras pintaba. Quizá la
voz de la Fernanda le había “ordenado” un rojo intenso o un índigo. Quién sabe.

No existe intención de textura. La técnica utilizada es pigmento y látex vinílico sobre tela, esta
técnica da como resultado una planicie total (el óleo texturado sería el puro antagonista). Además
cabe señalar que el dibujo queda oculto, disuelto por la pintura que se ha situado justo encima. Éste
es casi una anécdota sobre el soporte. Mucho más interesante es la gradación tonal que Ignacio
propone en cada una de sus obras. Distintas unas de otras, las gradaciones tonales nos hablan
activamente, sugiriendo al espectador cualquier tipo de emoción, pensamiento o sensación.
La forma de construirlas es también interesante ya que dentro de cada gradación encontramos un
veta distinta a la tonalidad propuesta. No interrumpe ni desagrada, al contrario, da movimiento a la
composición, un movimiento centrífugo, ligero y tranquilo ( o devastador, según como se mire).
La pintura de Tovar no solo invade todo el soporte sino que también alcanza los espacios no
pictóricos. Cuando hablo de espacios no pictóricos me refiero a esa pared tan blanca que nuestra
mente tiñe de rojo, azul o violeta. El movimiento que propone el artista está incompleto, es media
espiral o medio torbellino, o como quieran llamarlo, no es el caso. Nos da una pequeña pista cuando
sitúa un lienzo junto a otro y nos advierte de que aquello no es el pastel completo sino un trocito.
No hay mayor problema, porque inmediatamente nuestra mente se pone en marcha y gracias a la
fuerza y la composición “la pared se tiñe”. Un referente en este sentido sería Morri Louis, el cual
pasó del exceso de color y manchas, a simples líneas muy gestuales que se van ordenando en los
extremos del lienzo, trascendiendo a éste, porque el centro de la composición está fuera del lienzo.
Este es el concepto Postpictórico y es el que encontramos en Ignacio Tovar.
Tampoco podemos obviar las pinturas del Rothko o Pollock donde han desaparecido los espacios
blancos, todo es pintura, la famosa All over Paint.

¿Ondas de agua? Principalmente es un espacio en el que perderse. Parece que las ondas acuáticas no
son más que un simple pretexto que pone el artista para invitarnos a explorar dentro de su pintura.
Las líneas curvas paralelas nos imbuyen en el movimiento que provoca una gota al caer sobre una
superficie de agua, el movimiento de una espiral o el de un remolino. Si combinamos este
movimiento con las gradaciones tonales que pasan de la luminosidad a la oscuridad podemos
acusar a Don Ignacio de querer situarnos en el ojo del huracán, un agujero negro que nos está
absorbiendo inexorablemente. Algunos experimentarán la calma acuática y otros el temor a
desaparecer en medio de la oscuridad.

¿Quién se atreve a bajar descalzo sabiendo que no hay luz abajo? Este es el desafío que Tovar nos
propone en la Galería Rafael Ortiz.