“CUÁNTICOS” de Diazdel
En la Galería Nuevo Arte del 8 de Abril al 25 de Mayo de 2011
por María Regina Pérez Castillo
Aunque Friedrich Nietzsche se empeñó en hacer desaparecer a todos los ídolos en 1888, se le escaparon algunos. Los que consiguieron escapar de la pluma del filósofo han llegado a nuestros días con la morfología propia de la madera, el clavo, la pintura y el papel pintado. “Cuánticos” de Diazdel se presenta ante el público con una fuerza totémica y simbólica desbordante. Tanto en las pequeñas esculturas orientales como en las pinturas sobre papel de pared encontramos un fuerte carácter ancestral, la rememoración inconsciente de una estirpe, los símbolos protectores que cuidan de ésta o lo atávico.
Parece que el artista haya estado buscando el primitivismo común a
toda la humanidad, ¿cómo?creando unas figuras humanas sin peso
(de papel), ambiguas, casi fantasmagóricas, dotadas de una
imaginaria forma mortal y con suerte unos ojos, una nariz y una
boca. Rostros que nos pueden recordar al Senecio de Paul Klee,
quizá también porque Klee ansiaba los orígenes.
Los protagonistas en cuestión son el hombre y la mujer en sus
respectivos roles tradicionales: la actriz secundaria, el novio, los
niños atentos,... Retratados en “momentos fotográficos”, es decir,
espacios de tiempo y acciones dignas de ser recordadas. Por esta
razón el espectador se mueve entre las obras de Diazdel como se podría mover entre los retratos de
sus antepasados.
Por otra parte, el artista configura una serie de obras que siguiendo el hilo anterior intensifican el
aspecto de protección de la prole.
En primer lugar encontramos a los pequeños ídolos, perfectamente reconocibles aunque caminen
entre la figuración y la abstracción matérica. La madera y la pintura configuran la idea antes que la
forma: el guerrero oriental que resguarda al abuelo y al niño.
En segundo lugar, lo animal vinculado a la tela. La idea no nos puede extrañar ya que en la
actualidad encontramos numerosas banderas donde lo textil y lo animal se han aliado. En este caso
la imagen animal supone la representación simbólica del espíritu de una comunidad humana.
Existen numerosos ejemplos: el Águila Calva de los Estados Unidos, el Dragón con joyas en sus
garras de Bután,...
Por último, destacar el uso de colores vigorosos y enérgicos que
refuerzan la idea del regreso al origen, a la naturaleza. También
tonalidades muy utilizadas por los actuales pueblos indígenas que
han creado un verdadero panteón de pigmentos asociado a distintos
hitos de la existencia humana.
Técnicamente destaca el uso del papel de pared, nace debajo de la
pintura para ser encontrado detrás de los raspones de pigmento. En
este ámbito podemos recordar “la arqueología de la ciudad” de la
que hablaba Tapies, ese rico mundo geológico donde las huellas de
las gentes que han vivido permanecen sepultadas. Algo nuevo se ha
pintado sobre ellas y ha tapado lo anterior. De nuevo la idea del
pasado que permanece oculto y que se puede rastrear, como ocurre
también en Excavation de Wilen de Kooning.
Por todas estas razones hay una especie de reflejo que reconocemos en la obra de Diazdel. Es
nuestro reflejo, el de nuestras experiencias y el de los ideogramas que hemos creado ( y que también
nos han sido dados). Para nosotros es una reliquia familiar o una imagen en papel fotográfico, para
Diazdel es pintura y materia.
Sevilla, 14 de Abril de 2011
masmola!!
ResponderEliminarEnhorabuena por las críticas.
ResponderEliminarSalu2 también desde Sevilla!